domingo, 18 de agosto de 2024

Obviamente





 La consigna era clara: Me voy a dejar la vida, obviamente no voy a aprobar.

No recuerdo quien comenzaba la conversación, recuerdo el día de semana, siempre domingo. Una mujer con un niño, tu, de paseo desde la calle Coruña hasta Bouzas o  Samil. Ninguno de los dos conducíamos, tampoco navegábamos así que cuando el tiempo nos lo permitía salíamos a caminar.

Nos preguntábamos qué serías de mayor...

Recuerdo hablar sobre los profes. Sobre su capacidad  para ser felices. Me gustó contarte que por mis manos pasaban muchos profesores que tenían el tiempo y el dinero para poder permitirse cuidados y que eso, por lo que yo observaba, no era garantía  de felicidad. No quería que te agarrases a los tópicos y creo que lo entendiste.  

Veinte años después, esa consigna...

Por el medio suspensos, aprobados rasos, apuestas arriesgadas y aquel verano en el que con el culo apretado te obligué a creer en tí, yo creia.

Cierto que creía hasta un punto.

 Lo de la universidad me parecía un empeño de tu padre al que me sumé esceptica, Te vendría bien ir a Santiago para soltar un poco ese "hijismo único" tan insano y la verdad es que esa parte funcionó muy bien, fuí la unica madre del mundo a la que le traían el taper de macarrones. El tema académico me resultaba más difícil de superar y la que más aprendió fuí yo.

Aprendí que se aprende a estudiar, que la ilusión es un motor mágico, ya sabía que las compañías suman o restan y supe que sabías escogerlas, tal vez atraerlas, tal vez simplemente complementarlas.

Acabaste la carrera y yo me babé de orgullo viendote con tus compañeros, con tus profes. Te fuiste a Reading, esa ciudad de la que nunca recuerdo el nombre y a la que no llegué a ir a visitarte porque se dió más prisa el covid en  devolverte a casa. Pasaste de ser el hombre más feliz del mundo a asegurarme que se te había jodido la vida. Con la boca pequeña y muerta de miedo te aseguré que sólo era un cambio de camino, un rotondeo, un cruce...

En la vida todo son decisiones, unas las tomas tu, otras las toman por ti.

Han sido tiempos de silencio, de aprender a observar, de respetar, de no volver a cometer los mismos errores.

Ayer me contaron que tu oposición ha sido durísima.

Tengo una clienta. Se llama Nancy, lleva aguantádome muchos años. El otro día en medio del masaje, mientras ella se daba la vuelta para continuar con mi trabajo, salí de la cabina. No recuerdo la disculpa, nunca lo hago en medio de un masaje pero...

Vi tu llamada, hacía tres minutos que habías llamado, alterada me disculpé con ella y con su permiso te llamé. Me cogió el teléfono un lloroso y flamante nuevo profesor de historia de secundaria.

"Estoy dentro" me dijiste tras suplicarte que me tradujeses qué querían decir tus notas.

No recuerdo el resto del masaje, sí, el abrazo loco de Nancy, mis lágrimas de felicidad...


Estos días han sido increibles. Adoro esa consigna prudente. Termino de escribir este pequeño texto para simplemente darte las gracias, otra vez, por haberme escogido como madre y por conseguir tus sueños sin dejarte la vida.

 Te salvas que no vas a dar este año nocturno... Te imaginas?


Érase una vez un cuentacuentos...


2 comentarios:

  1. Felicidades al pecoso, y a la madre que lo trajo al mundo❤️‍🩹

    ResponderEliminar

Obviamente

 La consigna era clara: Me voy a dejar la vida, obviamente no voy a aprobar. No recuerdo  quien comenzaba la conversación, recuerdo el día d...