Odio el otoño!
Me desestabiliza, me pierde, me saca de mi fila.
Que no es nada grave ya lo sé, que son momentos y se pasan, también lo sé. Pero vienen y no me gusta.
El aviso de que viene ese largo invierno me trastoca, quiero luz. Antes me daba igual, mas bien no soportaba el calor. Serán las fases de la vida, ahora quiero días largos.
Siempre que pienso en esos días, me recuerdan a mi padre llevándome a caballito por Loira a las diez de la noche y aún con sol. Es curioso como nuestra memoria guarda determinadas cosas sin que tú sepas el por qué. Ningún otro recuerdo en el que nadie me cargase de ese modo, pero ese puntual es claro, saliendo de casa de mi tía Carmen, por el caminito que ya no existe rumbo a nuestra casa, supongo. Había más gente, sin duda mi madre como mínimo, pero lo nítido somos mi padre, yo, y que era muy tarde y de día.
Es como si tuviésemos dos hojas con recuerdos, unos buenos y otros malos, no, mejor aún, es como si sólo hubiese un diario dentro de nosotros mismos, pero según te encuentres así lees, lo que hoy es bueno mañana no, la misma sonrisa que ayer te reconfortó, hoy es una mueca, con lo que hoy puedes mañana te aplasta.
Voy a tener que hablar con mi cerebro muy seriamente para que seleccione pensamientos positivos en estos días, que no fastidie dándole la vuelta a todo, que no sé andar de cabeza.
Estas pinzas son modernas...
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