Que no hay manera, que no termino de conocerme a mi misma por mucho que lo intento.
Hace muchos años descubrí las lentillas. Me costó adaptarme a ellas, eran de cristal e impresionaba meterlas en el ojo, aunque lo peor era quitarlas, en la óptica pretendían que pellizcase el ojo como si de una espinilla se tratase para que el artefacto saliese cual comedón. Yo muy vascorra como acostumbran a llamarme últimamente decidí que mejor abría mucho el ojo y ya salía solita, sin necesidad de revolverme el estómago con esa otra técnica.
Hay cientos de situaciones ante las que no creo saber reaccionar y llegado el momento las resuelvo sin más, a eso supongo que estamos acostumbrados la mayoría, es algo natural y supongo que forma parte del aprendizaje más básico.
En estos días estoy teniendo que enfrentarme a una de esas para las que crees estar preparadisima y para mi asombro no soy capaz de encajarla y la lucha interna que estoy manteniendo me tiene de lo más entretenida.
Quisiera saber que parte de lo que creo, siento, pienso, es real y cual es imaginada, inventada o simplemente una confusión. Hay veces que intento mirarme desde fuera para analizar mis movimientos, pero tampoco sé juzgar la mayoría de ellos y tampoco creo que sea imparcial, la autocrítica suele ser brutal conmigo, aunque tal vez también esto sea un error de mi percepción.
Lo peor del caso es tener que ir de sobrada, aguantar el tipo y coger aire hasta que todo se normalice aquí dentro, que lo hará, claro.
Cuarenta y tres años pegada a mi y aún tengo capacidad para sorprenderme a mi misma... Coñazo de tia!
Me voy a patear.
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