sábado, 30 de abril de 2016

Niña



Mañana es el día de la madre y yo estoy cabreada.

Este fin de semana me voy a al Bierzo. Nos vamos tres, íbamos a ser cuatro.

Hace una semana conocí a una madre. Tal cual en una rotonda, se despedía de su hija y me saludaba a mi. Su hija y yo nos íbamos de andaina y ella  la había acercado hasta el lugar en el  que habíamos quedado para salir, a las tantas de la madrugada. Se la veía feliz y encantada de hacer ese esfuerzo por su hija. La vi marchar agitando el brazo y sonriéndonos.

Una semana después acaba de incinerar a su otro hijo. Que mierda, no?

Sí, estoy enfadada. Siento impotencia por mi amiga y no me quito a esa madre de la cabeza. Que putada más grande puede haber en este mundo que enterrar a un hijo? Que tremendo dolor recibir semejante zarpazo así sin aviso.

Parece tonto pero sólo queda poner la parte lista del cerebro a imaginar a abuelas y abuelos queridos recibiendo felices al recién llegado a esa especie de lugar antiguo pero lleno de sonrisas en el que me imagino a los que se van.

Cuántas tonterías nos hacen sufrir gratis, si fuésemos conscientes del regalo  que es sentirse bien y lo frágil que este estado es...

Mañana tempranito nos vamos, lo dudamos, pero iremos. Haremos fotos, caminaremos, llevaré un bocadillo menos, nos reiremos, seguro que hay momento para ello, nada será como lo teníamos planeado, en gran  parte por tu ausencia pero sobre todo por tu estado, niña.






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