domingo, 22 de mayo de 2016

Porto



Estaba decidido, el sábado al salir del trabajo comenzaría un fin de semana intenso de limpieza, el polvo me dejaba mensajes por cualquier esquina de la casa y me estaba empezando a intimidar.

-¿Vamos aquí?
-No puedo
-¿Y allí?
-Tampoco
-¿y si?
-No

Llegó  la imagen a mi ordenador y sabía que estaba perdida, iría.
Acepté no sin antes insultar a la persona que había sabido darme donde me dolería y sin saberlo.

Encontró el lugar, falló en eso de colocar bien la marea y de mantener el lugar limpio de artefactos que impedían las fotos que buscábamos pero me importó un pimiento, lo disfruté.

Molinos, ermita y... Oporto.

Sólo una vez había estado allí, hace muchos años, muchísimos.
Dos parejas, al menos una de ellas recién casada. Llevábamos comida de casa puesto que  alguno no quería comer en Portugal ya que le daba asquito, para matarnos! Nada especial recuerdo de aquel día salvo las carcajadas cada vez que Emilio daba las gracias en portugués con una terrible entonación.

Ayer el lugar me dejó con necesidad de volver, con calma, sin prisas, a saborear sus callejuelas, sus edificios, su color, su viejo...
Lo mejor, los estudiantes de bellas artes que de lejos descubrí y soportaron nuestras fotos con una educación infinita, mira tú que tontería...

Por cierto,  digo yo que si anuncio que invito a cenar salen amigos de debajo de las piedras, pero si pido un robot de esos que limpian solitos por casa desaparecéis como si tuviese lepra. Pues no es por nada, pero como os pongáis muy remolones lo mismo me busco un novio para casarme y cenáis pero previa lista de bodas que yo quiero uno de esos aparetejos.


Gracias Luis por insistir en que fuésemos.


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