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Que nos vamos a morir todos no es algo nuevo, lo decimos tranquilamente mientras comemos, paseamos o tomamos un café, se supone que lo tenemos asimilado.
Otra cosa es que se nos muera alguien cercano.
Independientemente del dolor, mayor o menor, siempre es un bofetón de realidad. Se muere, me voy a morir... inmediatamente haces un escaneo de los datos que tienes del difunto y comparas contigo para calcular los años que te pueden quedar... buffff
Piensas en él, pero también en tí y las preguntas aparecen por todas partes.
Estoy aprovechando mi vida? Es esto lo que quiero? Lo que soñé? Quiero estar donde estoy? Me gusto?
En mi vida recuerdo dos cambios bruscos de dirección y los dos provocados por momentos puntuales, por espitas que saltan tras circunstancias de este tipo.
Supongo que la semillita está siempre plantada en tu interior y que cuando determinadas circunstancias te golpean simplemente germina.
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