lunes, 12 de septiembre de 2016

Un añito



Un añito.

Un año sabiendo que ya no estás ahí, que ya no aparcaré en el puerto envuelta en un manojo de nervios. Nervios que se adueñaban de mi y que tras el largo viaje en coche me impedían aparcar con soltura debido al temblor de mis piernas.

Ya no estás y ya no tengo ganas de ir. Bueno, realmente hace mucho que no tenía ganas de ir. Realmente hacía mucho que ya no estabas.

Esta enfermedad es así, primero te convirtió en un viejo enfadado haciendo cosas impropias de ti, después te sumergió en unas tinieblas de las que a veces emergías como un barco en plena tormenta para regocijo de todos los que te queríamos y egoistamente te seguíamos buscando.

Hace un año que quiero escribir esta carta, es una carta de agradecimiento a unas personas que te cuidaron y que dentro de las posibilidades de sus tareas, te sintieron.

Llegaba a la residencia, tu casa en esos momentos y lo primero que me encontraba era una sonrisa gratis nada más cruzar la puerta, detras de la ventanuca.

Ya arriba era más de lo mismo, personas atareadas pero dispuestas a ayudarnos haciendo de lo complicado algo fácil e incluso divertido.

Y ya en los últimos momentos...

Nos llenaron de abrazos, lloraron con nosotros, nos arroparon, arriesgaron, nos cubrieron como gallinas a sus polluelos desde el más discreto respeto.

Parece ser que nos estamos deshumanizando, es una queja cada vez más común, un mundo individualista lleno de hijos únicos egocéntricos en el que ya nada ni nadie importa salvo uno mismo. Pues que sepa todo el mundo que en un pequeño recuncho de Pasajes de San Pedro hay una residencia de mayores con supervivientes y no solo los abuelos.

Lo cuidasteis, lo mimasteis, buscasteis su chispa hasta el último momento y lo dejasteis descansar cuando tocaba. Conversaciones con nosotros sentados en las escaleras fuera ya de vuestra hora de trabajo y entre mocos, lágrimas y carcajadas, esas cosas que sólo quien lo vive lo entiende.
Fuisteis mágicos para mí y los míos.

Un año después siento la enorme tranquilidad de haber podido despedirme de ti de la mejor manera posible.

Mil gracias por haberlo querido y de paso a nosotros, no pudo haber estado mejor rodeado.

Era mi aita, un gallego entrañable al que echo de menos.

          

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Obviamente

 La consigna era clara: Me voy a dejar la vida, obviamente no voy a aprobar. No recuerdo  quien comenzaba la conversación, recuerdo el día d...