Un añito.
Un año sabiendo que ya no estás ahí,
que ya no aparcaré en el puerto envuelta en un manojo de nervios.
Nervios que se adueñaban de mi y que tras el largo viaje en coche
me impedían aparcar con soltura debido al temblor de mis piernas.
Ya no estás y ya no tengo ganas de ir.
Bueno, realmente hace mucho que no tenía ganas de ir. Realmente
hacía mucho que ya no estabas.
Esta enfermedad es así, primero te
convirtió en un viejo enfadado haciendo cosas impropias de ti,
después te sumergió en unas tinieblas de las que a veces emergías
como un barco en plena tormenta para regocijo de todos los que te
queríamos y egoistamente te seguíamos buscando.
Hace un año que quiero escribir esta
carta, es una carta de agradecimiento a unas personas que te cuidaron
y que dentro de las posibilidades de sus tareas, te sintieron.
Llegaba a la residencia, tu casa en
esos momentos y lo primero que me encontraba era una sonrisa gratis
nada más cruzar la puerta, detras de la ventanuca.
Ya arriba era más de lo mismo,
personas atareadas pero dispuestas a ayudarnos haciendo de lo
complicado algo fácil e incluso divertido.
Y ya en los últimos momentos...
Nos llenaron de abrazos, lloraron con
nosotros, nos arroparon, arriesgaron, nos cubrieron como gallinas a
sus polluelos desde el más discreto respeto.
Parece ser que nos estamos
deshumanizando, es una queja cada vez más común, un mundo
individualista lleno de hijos únicos egocéntricos en el que ya nada
ni nadie importa salvo uno mismo. Pues que sepa todo el mundo que en
un pequeño recuncho de Pasajes de San Pedro hay una residencia de
mayores con supervivientes y no solo los abuelos.
Lo cuidasteis, lo mimasteis, buscasteis
su chispa hasta el último momento y lo dejasteis descansar cuando
tocaba. Conversaciones con nosotros sentados en las escaleras fuera
ya de vuestra hora de trabajo y entre mocos, lágrimas y carcajadas,
esas cosas que sólo quien lo vive lo entiende.
Fuisteis mágicos para mí y los míos.
Un año después siento la enorme
tranquilidad de haber podido despedirme de ti de la mejor manera
posible.
Mil gracias por haberlo querido y de
paso a nosotros, no pudo haber estado mejor rodeado.
Era mi aita, un gallego entrañable al
que echo de menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario