lunes, 6 de febrero de 2017
No, no me lo enseñaron.
Querer es abrir, es enseñar a volar, ayudar a volar. Lo sé hoy, ahora que lo vivo, ahora que lo hago, ahora que intento respetarlo.
Da igual la edad, puede ser mi hijo con sus veinte años, o cualquier otro ser querido mayor que yo, quererlos es hacerles caminar libres, no sujetar, no apretar, ver, observar, estar ahí cuando convenga pero no guiar sus pasos, en todo caso acompañar, simplemente eso.
Crías y te crees con derechos, amas y exiges... no.
Crías y llegado un punto has de ver que habrá tropezones y no temerlos, sino saber que de ellos aprenderán como lo hiciste tu, o no, confiar. Confiar en tu gente les hace fuertes. Confiar en tu gente te acerca a ella.
El amor tal y como yo lo aprendí y viví estaba envuelto en obligaciones, dependencias, chantajes involuntarios, son capas que crecen sin maldad, pero que esconden y oscurecen el motivo principal.
Menos es más, dicen, están en lo cierto.
Creo haber aprendido y estoy orgullosa de ello.
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