No es sólo Muxía, es Muxía y el camino hasta llegar o no allí.
El temporal aprieta y cualquier destino en la costa de Galicia es magnífico. Udra, Home, Loira... Este último sin coche y sabiendo que si me empapo tengo cerca la ducha y el calor del hogar.
Pero...
A mi cochiño le empiezan a lucir muchos números en el cuentakilómetros, su comidita está cara y la carretera complicada.
Pero...
En estos últimos meses estoy conduciendo más de lo abitual y no tengo mono de coche.
Pero...
La cosa es que sigo y seguiré en pijama.
Pero...
Es imposible y no lo deseo, deshacerme de las sensaciones que me proporciona el rotondeo. Tal vez nadie las comprenda, tal vez porque nadie sepa lo que supuso para mi.
En rotondear no hay cordura y a mi me la proporcionó. Rotondear no tiene sentido y a mi me lo ordenó. Rotondear parece una tonteria y a mi me las quitó casi todas.
Rotondear me conecta con mi yo más íntimo, me arranca tristezas, me roba carcajadas, me trae recuerdos, miles de recuerdos buenos y malos, los buenos los saboreo, con los malos repaso lo aprendido y vuelvo a hacer las paces.
Rotondear es como volver a nacer cada vez, es como ser más sabia, es limpiar, ordenar, respirar, crecer.
Rotondear es llenar el tanque de energía aunque nunca ha sido de muy buen comer esto del rotondeo salvo que se cruzase en mi camino una buena pota de pulpo de carretera.
Me pregunto si tendrá algo que ver con la meditación.
Esto de hacerse mayor es genial, ya no sabría decir si el rotondeo me llevó a este blog o si el blog al rotondeo, la cosa es que los dos se nutren mutuamente, uno no existiria sin el otro. Nacieron para curarme y ultimamente los dos están un poco abandonados.
Ahora mismo y que sirva de precedente soy una tia estúpidamente feliz.
Gracias rotondeo, gracias blog, gracias hijo por haber sabido que necesitaba conducir.
Te quiero infinito grande.
Que jaleo esto de los infinitos grandes y pequeños, ya te contaré.
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