jueves, 19 de marzo de 2015

Aita



A ver, aita. El domingo tuve que mentirle a Chus, le dije que ya había llegado a Vigo cuando aún me faltaban casi cien kilómetros.
 Me dijo:
Avisa cuando llegues...

Estaba agotada y era ya muy tarde, así que la llamé. Quería que se durmiese tranquila y yo poder seguir camino sin esa presión. Pensé que si me mataba con el coche en el trayecto que faltaba alguien tendría que decirle que había sido aparcando, últimamente mi hermana lo entiende todo.

Seguí camino, nadie me esperaba en casa salvo la gata, pero yo quería llegar a mi casa, dejar atrás, otra vez, otra despedida.

Aitachito  ya no quiero más despedidas...

Salí pitando, te me morías, en la que  ahora es tu casa así lo creyeron, pero tu eres de los pocos fuertes que sobrevivían cuando naciste y cual ave fénix me sonreíste al día siguiente.

Me regalaste dos días de charla sin sentido, de caricias y de sonrisas. Es terrible saber que cuando te dormías pedía que te quedases así, dormidito, tranquilo, que ya llega, que la ama te está esperando.

Me voy a morir cuando te mueras, pero ¿cuánto de vivo estás?.

El tercer día ya estabas sin ganas de hablar y yo, que soy una puñetera egoista escapé como un niño asustado, no quería verte otra vez sin fuerzas.

Que te quiero, que eres mi héroe y siempre lo serás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Obviamente

 La consigna era clara: Me voy a dejar la vida, obviamente no voy a aprobar. No recuerdo  quien comenzaba la conversación, recuerdo el día d...