domingo, 6 de septiembre de 2020

Milio




 Hay que tirar mucho hacia atrás.

Aquel anochecer, supongo que una queimada  fue la disculpa para juntarnos en la playa con la puesta de sol. Un puñado de gallegos y la, por aquel entonces vasca, ese souvenir despistado que aún hoy no sabe muy bien de dónde es.

Mi prima, la salsa de todos los guisos con sus chistes y Carmela, la más guapa de Loira y alrededores. Imposible olvidarla en su cuarto de costura, entre hilos, con esa sonrisa pícara, ese pelo negro rizado, su tipazo,  esa voz que le podría haber dado de comer como locutora de radio y ese gallego que tanto me gustaba como hablaban entre ellas.

No recuerdo la playa, podría ser Loira, también Aguete, incluso Mogor. De los chicos recuerdo a una pareja de amigos, eran de Bueu, ese lugar con nombre complicado. Ricardo era uno, un tipo entrañable que tenía una novia con libros,  Yolanda. Ella no estuvo en esa queimada, tenía un claro objetivo llamado oposiciones. Aprobó siendo aún una cría, a costa de saltarse alguna que otra noche de farra. Chica lista.

El otro chico de Bueu eras tú, mi Emilio querido. Desde aquel día supe que tenía un buen amigo porque comprobé que lo eras de los tuyos. 

Poco tiempo después, cada uno con su pareja, hicimos una  piña de cuatro y esos tiempos los guardo en mi memoria como un tesoro.

Años de Minigolf en Cangas, de hamburgesas en Paraiso, no sé qué me gustaba más, si las hamburguesas o la charla con María la camarera, que os tenía controlados a todos los de Bueu y era super divertido. Tantas noches en el Minerva, salir de allí y coger los coches congelados, yo creo que ahora no hace tanto frío, o más bien será que ya no soy ave nocturna y no me entero. Estar en Moledo con el calefactor a tope en la salita y sin atrevernos a ir al baño porque estaba helado. Despedirnos de tu cochito de rally por... yo qué sé, Chan do monte??

Recuerdo que se te dio por Cadena Dial y nos martirizabas con el "tractor amarillo"y el "gallego en la luna".

Los puñeteros años han corrido y las pocas veces que nos vemos sigo sintiendo la cercanía.

Y que por qué me ha dado este punto de acordarme de todo esto?

Porque el otro día no te reconocí detrás de tu mascarilla.

 Mientras yo pensaba que el tipo que tenía enfrente y me saludaba era un despistado que me confundía con otra, tu me pedías con la mirada que te reconociese de una puñetera vez.

Creo que si, después de ese interminable minuto,  no llego a hacerlo, a estas horas seguirías allí esperando, flipado pero sin moverte hasta que esta empanada arreglase ese desaguisado.

El tiempo nos ha traído más miopía, presbicia, pelo de otro color, arrugas, eso está asimilado, que remedio. Pero si ya me complican la existencia con mascarillas...

Que te quiero Emilio y a Rocio.

Un día de estos os venís a casa, ahora ya no hace frío y en verano menos, cosas de Galicia.

 Eso si, me traes un Clamoxyl, que últimamente tengo muchos dolores de cabeza.


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